El himno del Emperador

domingo, 25 de diciembre de 2011

Gabo y la soledad

Cien años de soledad, Editorial Alfaguara.



“He leído Cien años de soledad, una de los grandes libros no sólo de nuestro tiempo sino de cualquier tiempo”.  
Jorge Luis Borges


García Márquez y el Realismo Mágico

El Realismo Mágico constituye una nueva visión de lo tradicional, se basa en la mentalidad de los pueblos primitivos de América: creencias y supersticiones. El escritor presenta un nuevo enfoque de lo tradicional y mediante la verosimilitud del relato fusiona lo real con lo imaginario, lo fantástico con lo mágico. Su finalidad es la de presentar un realidad social y una búsqueda de autenticidad. (“Explicación de textos literarios”, Editorial Huemul, Buenos Aires, Argentina, 1968).

Lo real

Macondo, la familia y su hacer cotidiano: el tejer, la siembra, la orfebrería, etc.

Lo imaginario

Lo mágico, lo mítico, lo fantástico y lo milagroso: Melquíades y sus artes mágicas, el poder sobrenatural para regresar sucesivamente de la muerte a la vida. Los poderes sobrenaturales que tienen los gitanos. Pilar Ternera ve el porvenir de los otros en las barajas. La ascensión en cuerpo y alma de Remedios. El diluvio, la levitación, y el niño que nace con cola de cerdo.

La estructura y el estilo

La novela presenta una estructura circular, dinámica. La narración de los hechos se escribió dos veces, en lenguaje ininteligible para los habitantes de Macondo por Melquíades, antes de que sucedieran, y en castellano por el Narrador,  para sus lectores. La novela constituye la historia del Coronel Aureliano Buendía y de toda su familia, desde la fundación del pueblo hasta que con el último Buendía se cumplen las profecías de la destrucción y Macondo desaparece y con él, la memoria de quienes lo hicieron y lo habitaron. La circularidad estructural conduce del caos y la nada en que la creación se ordena, al caos y la nada en que todo se acaba y resuelve. Desde el principio se anuncia la circularidad del tiempo, en el primer capítulo de la novela se narra un hecho como pasado y es de proyección futura en el relato. La cronología es desplazada por superposición de espacio y tiempo en distintas concepciones. El narrador omnisciente se halla en un tiempo desde el cual abarca todos los sucesos, tiene simultáneamente una visión y un conocimiento total del acontecer en la novela. El genio del autor consiste precisamente en haber encontrado un núcleo en el cual se refleja lo individual y lo colectivo, las personas concretas y la sociedad proyectadas en una sola abstracción. Ese eje o núcleo está constituido por la familia Buendía y la historia de su pueblo: Macondo. La realidad ficticia que describe es la historia completa de un mundo desde su origen hasta su desaparición.

García Márquez y la Soledad

El tema central como anuncia el título del libro es la Soledad, que resulta ser una vocación impuesta desde el origen de Macondo.
Los mejores ejemplos son:
El Coronel Aureliano Buendía, cuando ordena trazar alrededor suyo un círculo de tiza que nadie puede traspasar, se encierra en la soledad del poder, y también lo hace en el taller donde fabrica sus pescaditos de oro.
Aureliano Segundo, entregado a “la amarga soledad de las parrandas”.
Fernanda quiere vivir sepultada, fiel a “la consigna paterna de enterrarse en vida”.
José Arcadio Buendía y la soledad de la locura.
Los repetidos Aurelianos y Arcadios tienen en común el aire solitario de la familia.
Amaranta padece la soledad del rencor y de la muerte, (símbolo de soledad total).
Una característica en común de los Buendía consiste en hacer y deshacer lo hecho, esto puede significar la futilidad de alguna de las acciones humanas, como el caso del Coronel Aureliano que fabrica pescaditos de oro y cuando están hechos, en lugar de venderlos, vuelve a fundirlos para fabricarlos de nuevo. Amaranta, cose y descose botones, teje y desteje su mortaja. 

Mitos y símbolos en Cien años de soledad

El mito es narración, cuento, lo irracional o intuitivo. En el fondo del mito, reside un símbolo, aspiración que se anticipa a la realidad, a la realización científica. Es el símbolo trasmutado en mito de la lucha del hombre por alcanzar el infinito. Es el vínculo que une el deseo a la realidad. (“Explicación de textos literarios”, Editorial Huemul, Buenos Aires, Argentina, 1968).

Melquíades, figura legendaria que en la novela desempeña múltiples funciones; reaparece después de sus falsas muertes y cuando deja la novela, es porque su función de escriba está cumplida. Es símbolo de: profeta, cronista, mago, sabio, resucitado.
Remedios, representa el mito de la ascensión, símbolo de pureza.
Amaranta, tejedora de la muerte, viviendo en el odio y por el odio, símbolo de soledad absoluta.
El Eterno Retorno, simbolizado por la repetición de nombres y algunas historias en la familia Buendía.
La enfermedad del olvido, el insomnio, la invasión de los extranjeros, y otras, simbolizan plagas.
La selva simboliza el caos, el laberinto.

En la obra, todo es mítico, no obstante, nada ha sido inventado gratuitamente, se funda en raíces históricas  para mostrar, denunciar y condenar la crisis sociopolítica y cultural de Latinoamérica. Los mejores ejemplos son:

La llegada de los primeros inmigrantes (los árabes) a Macondo, que la convierten de agraria patriarcal, en una localidad de talleres y comercio. Las guerras civiles. La colonización de la compañía bananera que trae una época de esplendor, de derroche, de prosperidad, de cambios, pero también de conflictos sociales y políticos.   

Esta obra es a la vez tradicional y moderna, localista y universal, imaginaria y realista, y eso la convierte en una lectura indispensable, y en toda una obra maestra de la literatura.




 Fernando García

sábado, 24 de diciembre de 2011

Big Banana, una novela que rompe estereotipos étnicos y sexuales

Big Banana, Editorial Seix Barral.



Entre mis lecturas recientes  se encontraba Big Banana  cuyo título revela por un lado  el erotismo efervescente que contiene la obra y por el otro insinúa una comparación hiperbólica entre The Big Apple (New York) y The Big Banana (Honduras) para reafirmar el orgullo que se siente por la tierra amada. La madurez literaria y la exquisitez de la prosa, ingeniosamente vestida de poesía, del autor, Roberto Quesada, seducen e hipnotizan al lector desde el principio. Las metáforas  bien logradas, abundan.  Las imágenes sensoriales nos ayudan a vivir  y a recrear los episodios que se cuentan. Las narraciones y diálogos están, de vez en cuando,  salpicados, de un humor refrescante, que nos deleita. Pero sobre todo, en la prosa de Roberto Quesada prevalece  una profundidad filosófica que invita a una  revalorización de los conceptos fundamentales de la vida, como son el amor, el sexo,  el infortunio, la determinación y la tenacidad, imprescindibles para el éxito o el fracaso individual o colectivo de la gente.  Big Banana es un calidoscopio temático que permite  una consideración analítica desde planos y perspectivas diferentes. La excelsa traducción del señor Walter Krochmal le permite al  autor saltar las barreras lingüísticas y ocupar  un espacio  en el mundo anglosajón para compartir  propuestas nuevas entre las que cabe señalar: 1) una visión optimista del hispanoamericano; 2) el reconocimiento del talento hispano; 3) la necesidad de emerger y de triunfar en un medio diferente al nuestro; 4) y la importancia de no dejar que se nos mutilen los sueños. 
     Los personajes principales: Eduardo, Casagrande, Mirian y Javier funcionan en la novela como actos de una obra teatral gigantesca que se presenta diariamente en el  escenario de la vida como bien dijo Hamlet. Existe una simbiosis entre  Eduardo y Casagrande. El segundo es una visión futurista del primero. Eduardo rompe a través de  Casagrande con los convencionalismos sexuales de la sociedad y nos pone frente a un ente de ficción filosófico, sensible y solidario con sus congéneres. El nombre de este personaje encierra un simbolismo que está en completa concordancia con su realidad. Cirlot, en su Diccionario de Símbolos nos da una definición de la palabra House (Casa) que encaja perfectamente con Casagrande: “Mystics have always traditionally considered the femenine aspect of the universe as a chest, a house or a wall, as well as an enclosed garden. 
Another symbolic association is that which equates the house (and the above, related forms) with the repository of all wisdom, that is, tradition itself”Efectivamente, Casagrande representa un aspecto femenino del universo y una sapiencia que lo une con Eduardo. Existe un entendimiento metafísico  entre ellos  que los acerca pero que a la vez les permite  ser los arquitectos de su sino. La determinación y la tenacidad de ambos,  nos recuerda a Santiago, el  personaje de  El Viejo y el Mar de Ernest Hemingway. Ni Eduardo ni Casagrande son quejumbrosos;  enfrentan los obstáculos que pretenden entorpecer sus metas y de ese modo  completan como El Alquimista de Paulo Coelho su “historia personal”. 
     
El autor de  Big Banana reivindica la imagen estereotipada del hispanoamericano que vive en los Estados Unidos. Por eso nos presenta a un Eduardo optimista, triunfador que viene en busca de una meta y que la alcanza. Eduardo es un hombre que está firmemente convencido de que  los espacios geográficos ayudan, pero lo determinante, lo crucial para el  éxito es el  deseo intrínseco de triunfar que llevemos por dentro y el talento genuino que poseamos  para  actuar magistralmente el papel que nos haya tocado en la vida. La voz narrativa corrobora con lo antes dicho cuando dice: “It wasn’t that hard to come by success because he had the essential ingredient: talent”. El Eduardo de Big Banana es un hombre culto, sagaz, decidido que no le teme a nada ni a nadie. El es la viva imagen del hispanoamericano  que viene a aportar  su intelecto, su fuerza laboral, su cultura, y su idioma a los Estados Unidos para fortalecer la economía y el acervo cultural de esta nación. Él siente una fascinación  por la ciudad de Nueva York y descubre en ella un silencio que le permite entender mejor la complejidad de la conducta humana y la crueldad y la indiferencia de la gente que no se inmuta ante los cataclismos de la vida. La  pureza y la belleza armónica de la nieve  le dan un toque mágico y místico a la ciudad que lo estremece. Eduardo no es el  emigrante resentido y amargado que se arrincona y se deja apabullar por la metrópolis, más bien él  explora, disfruta, e idealiza el entorno y así, la ciudad se hace suya. Él disfruta y aprovecha el acrisolamiento cultural de Nueva York y lo utiliza para alcanzar su meta: obtener un papel importante como actor en un teatro famoso de Broadway. El personaje principal de la novela En busca del tiempo perdido de Marcel Proust nos dice: “Es, pues, menester que el artista -y eso hizo Vinteuil-, si quiere que su obra pueda seguir su camino, la lance donde haya bastante profundidad, en pleno y remoto porvenir.” El protagonista de Big Banana viene a Nueva York porque está consciente de que aquí está la profundidad que él necesita para lanzarse hacia el  éxito rotundo. La determinación y la tenacidad de Eduardo hicieron posible que este consiguiera una audición nada menos que con Steven Spielberg. El joven se somete a la prueba; deja perplejo al maestro; sale victorioso y demuestra que lo fundamental es el talento. Así es como se gana un papel importante en el teatro gigante de la vida.  
     
Eduardo, al igual que Don Quijote,  tiene un amor idílico: Mirian. Ella representa la idealización que el hombre tiene de la mujer perfecta.  Mirian  se preocupa por los problemas que aquejan a la humanidad tales como las guerras, la violencia, el racismo, la discriminación étnica, pero su preocupación está dentro del margen normal porque no es noticia que las mujeres se han preocupado por estos problemas siempre. Mirian es una cineasta obsesionada con James Bond.  Ella es sagaz, como su Quijote. Transgrede los espacios cerrados y cruza el abismo de las fronteras para asistir al encuentro del amor. Lo desafía todo y se burla de la moral arcaica de la sociedad igual que Eduardo y Casagrande. Mirian es una extensión del propio Eduardo, por eso su imagen aparece un poco masculinizada en la obra. Ella es una  súper mujer que no existe en la realidad, por eso vive esa fantasía absurda con James Bond. Mirian es una posibilidad, una proyección de Eduardo que se perpetúa en el mundo femenino, de hecho ella es la que al final va a escribir la novela que Steven Spielberg pide.   
     Habría que quitarle crédito  al escritor por presentar reiteradas veces  la imagen de la mujer objeto, mujer placer, en la obra. Las mujeres, exceptuando a Mirian que no es más que un desdoblamiento de Eduardo Lin, como ya se dijo anteriormente, no tienen una voz auténtica para comunicarse con el lector, por lo tanto, el  aparente “desequilibrio sexual” de ellas queda en el velo del silencio. No obstante, le tendríamos que devolver parte del crédito retirado porque por lo menos permite  que Rosa, la esposa de José, se libere de las garras de la sumisión enfermiza y de la subordinación marital en la que con tanta frecuencia caen muchas mujeres.     
Big Banana es una novela que se puede utilizar con propósito didáctico ya que enfrenta a  jóvenes y  adultos  con uno de los  monstruos más temidos: las drogas. La tragedia de Javier, uno de los personajes de la obra, viene de una decepción amorosa y nos pone a pensar acerca de una verdad cruda: los drogadictos, los homeless (desamparados) de esta indomable potencia. La imagen desgarrante de Javier, convertido en un desamparado,  se diluye entre la multitud y la velocidad de un tren que tiene prisa por llegar a cualquier parte y nos recuerda a Vallejo cuando dice: “hay golpes en la vida... yo no sé”. La sociedad tiene el deber de educar mejor a las personas  para que aprendan a combatir  la autodestrucción en los momentos difíciles que les han de venir. Javier quedó atolondrado cuando perdió el amor de la mujer amada y trató el peor de los remedios: el escapismo que le ofrecían las drogas. La sociedad tiene el deber de proveer entrenamientos especiales a través de la educación académica que enseñen a la gente a buscar alternativas más inteligentes para manejar sus fracasos emocionales y los  golpes de la vida. El escritor de Big Banana, Roberto Quesada, demuestra, por lo que escribe, una gran preocupación por los males que aquejan a la humanidad de hoy día entre los que podemos mencionar: las guerras, el racismo, las drogas, la violencia, y los prejuicios sociales, por eso pudo escribir una novela como esa, un reto a la humanidad para que encontremos soluciones que corrijan dichos males  y para que recuperemos la costumbre de reír que casi nos ha abandonado. ¡Bravo, señor Quesada!, y ¡enhorabuena!



Teonilda Madera



Narciso, de mito trágico a suicida

Narciso, por Caravaggio.



El doctor Benjamín Henry de la Universidad de Oxford acaba de descubrir el documento más antiguo en el que se refleja el mito de Narciso y que incorpora un nuevo y trágico final (el suicidio) a los ya conocidos. (Tomado del ABC)

El personaje trágico por excelencia de la mitología griega -Narciso, el ídolo más joven y vanidoso de la Antigüedad- no se apagó poco a poco y murió lentamente a causa de la frustración sexual, sino que se desmoronó en un charco de sangre tras su suicidio, según ha establecido un nuevo descubrimiento. Se ha encontrado un antiguo relato, desconocido hasta ahora, de los últimos momentos de Narciso conocidos. Se conserva entre los manuscritos originales del antiguo mundo clásico pertenecientes a la Universidad de Oxford. Se cree que esta versión -es un poema- data de mediados del siglo I a.C. y difiere del relato del famoso poeta romano Ovidio, que fue escrito cerca de medio siglo más tarde, aunque el mito en sí mismo es mucho más antiguo. Hasta ahora, los académicos no sabían si Ovidio simplemente volvió a contar con sus propias palabras una versión del antiguo mito o si había cambiado sustancialmente la historia. Pero ahora, el hallazgo del nuevo papiro hace pensar -cuando se compara con una versión en prosa ligeramente posterior- que Ovidio alteró de forma sustancial el relato y lo edulcoró en una versión aséptica, romántica y heterosexual.    

Ovidio edulcoró el mito

“A raíz de este descubrimiento, parece más claro que Ovidio alteró el mito de Narciso para aumentar su atractivo. La historia ha acabado por influir en  muchos aspectos distintos de la cultura humana, desde el arte y la literatura a la psicología freudiana”, afirmó el especialista de Oxford que descubrió el poema, el doctor Benjamín Henry, de la Facultad de Estudios Clásicos de la Universidad de Oxford. Narciso era tan increíblemente atractivo que grandes cantidades de hombres (no de mujeres, según el poema recién descubierto) se enamoraron desesperadamente de él (en su versión beocia de él se enamora un joven, Aminias). Sin embargo, era tan egocéntrico y pagado de sí mismo que los rechazó a todos, dejando tras de sí una trágica estela de aspirantes a su amor con el corazón destrozado. Finalmente, uno de los pretendientes rechazados convenció a uno de los dioses (Némesis, castigador de los amantes sin corazón, en la versión de Ovidio, y Eros, dios del amor, en la versión en prosa) para que castigase a Narciso. El bello y egocéntrico galán fue condenado a un destino que resultó ser peor que la muerte. Cuando más se miraba, más desesperadamente se enamoraba de sí mismo. Lo trágico es que no podía hacer gran cosa con un simple reflejo. Según Ovidio, Narciso -paralizado por su triste e irresoluble problema- se consumió poco a poco y murió, convirtiéndose en la primera flor de narciso. Sin embargo, la versión hallada recientemente tiene un final considerablemente menos sereno y, a todas luces, más doloroso.
El papiro descubierto muestra cómo Narciso, mortalmente frustrado por su penosa situación, acabó por suicidarse (presumiblemente con una daga o una espada) y murió en un charco de sangre del que creció la célebre flor. El fragmento del papiro es uno de los decenas de miles que se hallaron a finales del siglo XIX y comienzos del XX en antiguos basureros, ahora completamente excavados, son la mayor fuente arqueológica de textos literarios de la Antigüedad, ya que de ellos proviene el 70 por ciento de los papiros literarios conocidos. Muchos de ellos se conservan en Oxford, pero la mayoría no han sido aún completamente transcritos y traducidos.

Partenio De Nicea   

El texto sobre Narciso salió a la luz cuando se estaba analizando uno de estos manuscritos que quedaban aún sin transcribir. El descubridor, el doctor Benjamín  Henry, piensa que es posible que su autor fuera un griego llamado Partenio De Nicea, procedente de  la actual Turquía occidental. Parece ser que Partenio nació entre el año 100 y el 90 a.C. Fue hecho prisionero por los romanos durante una guerra en Anatolia, aproximadamente en el 73 a.C., y acabó viviendo en Roma donde, al parecer, se convirtió en el tutor del poeta romano Virgilio.

Aunque Narciso fue un personaje puramente mitológico, es uno de los que ha tenido una influencia considerable en la cultura de la humanidad, desde el arte y la literatura (Shakespeare, Milton, Poussin, Rousseau y Goethe) a la moral, las costumbres, la psicología freudiana e incluso la religión. Se piensa que en el plano sexual un tanto liberal de la antigua Grecia, se elaboró esta historia como una fábula para advertir lo que podía sucederle a los jóvenes hermosos que rechazaban las insinuaciones de sus mayores. Las relaciones entre adultos y efebos eran la base de la “paideia” griega. El contenido del papiro recién descubierto será publicado por la Sociedad de Exploración de Egipto.



Fernando García 

lunes, 12 de diciembre de 2011

JOHN FANTE (según el viejo indecente)

John Fante
1909 - 1983


Yo era joven, pasaba hambre, bebía, quería ser escritor. Casi todos los libros que leía pertenecían a la Biblioteca Municipal del centro de Los Ángeles, pero nada de cuanto me caía en las manos tenía que ver conmigo, con las calles, ni con las personas que me rodeaban. Me daba la sensación de que todos se dedicaban a hacer juegos de prestidigitación con las palabras, que aquellos que no tenían prácticamente nada que decir pasaban por escritores de primera línea. Sus libros eran una mezcla de sutileza, artesanía y formalismo, y era esto lo que se leía; se enseñaba en las escuelas, se digería y se transmitía. Era un invento cómodo, una logocultura ingeniosa y prudente. Había que volver a los autores anteriores a la Revolución Rusa para encontrar algo de aventura, un poco de pasión. Había excepciones, pero eran tan escasas que se agotaban rápidamente y uno se quedaba sin saber qué hacer ante las filas interminables de libros insípidos. A pesar de todo lo que podía haberse aprendido en los siglos precedentes, los autores modernos no eran lo que se dice muy hábiles. Cogía de las estanterías un libro tras otro. ¿Por qué nadie decía nada? Probé en las distintas secciones de la biblioteca.
La sala de religión me pareció un páramo tan vasto como inútil. Fui a la de filosofía. Di con un par de alemanes resentidos que me estimularon una temporada, hasta que los olvidé. Probé con las matemáticas, pero las matemáticas superiores no se diferenciaban de la religión, no me afectaban en absoluto. Lo que yo buscaba no se encontraba al parecer en ninguna parte. Probé con la geología, y al principio sentí cierta curiosidad, pero me resultó insustancial a la postre. Descubrí ciertos libros sobre cirugía y me gustaron: las palabras eran nuevas y las ilustraciones maravillosas. En concreto, me gustaron y memoricé los detalles de las operaciones del mesocolon. Al final abandoné la cirugía y volví a la gran sala abarrotada de autores de novelas y cuentos (cuando tenía morapio en abundancia no iba por la biblioteca. Una biblioteca era un lugar estupendo para pasar el rato cuando no se tenía nada para comer o beber y cuando la dueña de la casa lo perseguía a uno con los recibos atrasados del alquiler. En la biblioteca, por lo menos, se podía ir al lavabo sin problemas). Vi muchísimos compañeros de vagabundeo allí, casi todos dormidos sobre el libro abierto. Seguí recorriendo la sala general de lectura, cogiendo libros de los estantes, leyendo unas cuantas líneas, unas cuantas páginas, y dejándolos en su sitio a continuación. Pero cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. Pasé unos minutos hojeándolo. Y entonces, a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes. La esencia misma de los renglones daba entidad formal a las páginas, la sensación de que allí se había esculpido algo. He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto. Tenía tarjeta de lector. Rellené la hoja del servicio de préstamo, me llevé el libro a casa, me tumbé en la cama, me puse a leerlo y mucho antes de acabarlo supe que había dado con un autor que había encontrado una forma distinta de escribir. El libro se titulaba “Pregúntale al polvo”, y el autor se llamaba John Fante. Tendría una influencia vitalicia en mis propios libros. Acabé “Pregúntale al polvo” y busqué más libros de Fante en la biblioteca. Encontré dos. “Dago red” y “Espera a la primavera, Bandini”. La calidad era la misma, se habían escrito con el corazón y las entrañas y no hablaban de otra cosa. Fante tuvo sobre mí un efecto poderoso. Poco después de leer los libros que he citado conviví con una mujer. Estaba más alcoholizada que yo, sosteníamos peleas violentas y a menudo le gritaba: “¡No me llames hijo de puta! ¡Yo soy Bandini, Arturo Bandini!”. Fante fue para mí como un dios, pero yo sabía que a los dioses hay que dejarles en paz, que no hay que llamar a su puerta. Sin embargo, me ponía a hacer conjeturas sobre el punto exacto de “Angel’s Flight” en que al parecer había vivido y hasta pensaba que a lo mejor seguía viviendo allí. Casi todos los días pasaba por el lugar y me preguntaba: ¿Será ésa la ventana por la que se deslizaba Camila? ¿Es ésa la puerta de la pensión? ¿Es ése el vestíbulo? No lo he sabido nunca. Treinta y nueve años más tarde he vuelto a leer “Pregúntale al polvo”. Quiero decir que lo he vuelto a leer este año y que todavía se sostiene, al igual que las demás obras de Fante, pero éste es el libro que prefiero porque constituyó mi primer encuentro con la magia. Queda mucho por decir de la vida de John Fante. Una vida con una suerte extraordinaria, con un destino horrible y llena de una valentía tan natural como insólita. Es posible que se cuente algún día, aunque creo que a él no le gustaría que yo la contase aquí. Permítaseme decir, sin embargo, que en su forma de escribir y en su forma de vivir se dan las mismas constantes: fuerza, bondad y comprensión.

Charles Bukowski

sábado, 10 de diciembre de 2011

ELOGIO DE LA LECTURA

Ilustración: Quint Buchholz


Leer un libro es volver a nacer. Es el camino para apropiarnos de un mundo y de una visión del hombre que, a partir de ese momento, entran a formar parte de nuestro ser. Una lectura disfrutada con riqueza y plenitud, es la conquista más plena que puede hacer un hombre en su vida. Hay una condición esencial que hará que este regalo de los dioses sea para siempre. La lectura debe causarnos placer. Un placer que venga de lo más hondo del alma y que ha de quedarse allí intacto y disponible. Esto nos llevará a otro de los dones que concede la lectura y es la relectura. Así, volver a leer un libro tendrá siempre una condición reveladora y es ésta: a cada lectura el libro se nos va a presentar con un nuevo rostro, con nuevos mensajes, con otros ángulos para percibir el mundo y los seres que lo pueblan.



Suele hablarse en estos tiempos de la desaparición del libro por obra de tecnologías aparentemente inevitables. Grave error el pensar así. El libro acompañará al hombre hasta su último día sobre la tierra. Sencillamente porque ha sido la más alta representación de la presencia del hombre en el universo. Cuidemos el libro, amemos el libro, en el libro se esconden las más secretas claves de nuestro paso por la tierra, el más absoluto testimonio de nuestra esencia como hombres. El libro es el mensajero de un más allá cuyo rostro no acabamos de percibir.



Álvaro Mutis